Como sabéis, en algunos de los artículos que vengo publicando regularmente desde hace unos meses he soltado críticas, improperios y me he desquitado contra todos los que pienso que se pasan por el forro algo tan importante como compartir civilizadamente las carreteras públicas pero para que no se queden en simples críticas gratuitas, voy a intentar dar, a grandes rasgos, algunas de las que yo pienso que podrían ser soluciones útiles a los principales problemas de circulación.
En posteriores artículos entraré en detalle en casos más concretos como ya hicimos en Posible solución al problema de circulación en rotondas.
Antes de seguir leyendo, sabed que la segunda foto del artículo es explícita y podría herir la sensibilidad de algunas personas.
– Prevención y formación
No parece tener mucho sentido que paguemos impuestos para que las instituciones públicas dedicadas a la gestión del tráfico tengan un carácter casi exclusivamente sancionador y recaudatorio. Sabemos que estas instituciones, cuando funcionan son capaces de hacer útiles estudios sobre importantes problemas de tráfico.
Tampoco sirve de nada hacer un estudio del que nadie se entera de su existencia y sobre el que no se toman medidas eficaces sobre su resultado.
Una medida lógica es su difusión y la formación sobre el terreno, ya que sabemos que pueden llegar a cualquier punto de nuestras carreteras de la misma manera que se hacen controles de alcoholemia o de velocidad.
Como instituciones públicas que viven de nuestros impuestos, deberían prestarnos un servicio de utilidad. La formación y la prevención deberían ser la prioridad y la sanción, el último recurso.
– Señalización y mantenimiento
Llama mucho la atención ver como muchas veces la señalización es tan excesiva que roza el ridículo, perdiendo toda su eficacia y otras veces (aunque menos) la señalización es insuficiente o incluso inexistente.
Normalmente la señalización, especialmente en vias urbanas, está hecha para quien ya se conoce las calles, por ejemplo cuando a un coche que viene por una calle perpendicular a la nuestra le ponen una señal de ceda el paso pero en la tuya no ponen la señal de que tienes preferencia, aunque el otro venga por tu derecha.
Hay que ser un hacha para ver una señal de dirección prohibida diez metros hacia dentro de una calle y medio escondida por el toldo de un comercio.
Si nos limitáramos a una señalización clara, en la cantidad estrictamente necesaria y sobretodo bien visible, tendríamos una conducción mucho más segura y fluída.
Quizás el ahorro en señalización innecesaria podría ayudar a poner, por ejemplo más pintura antideslizante y a tapar los baches capaces de hacer perder el control del vehículo y los nervios, a un conductor relajado.
– Uso responsable
En carretera, la experiencia rara vez es una virtud y normalmente lo que suele traer son malas manías y una falsa sensación de inmunidad ante los accidentes, provocada por la rutina pero sin mala intención, que es la que necesita de una formación y un reciclaje que no se lleva a cabo a pesar de su necesidad pero que tampoco se va arreglar a golpe de tasas y renovaciones de pago.
Las pruebas psicotécnicas para la renovación del carné deberían de correr a cargo de nuestra seguridad social y además, deberían existir cursos de formación (no examenes), obligatorios pero gratuítos, por lo menos con la misma regularidad que las renovaciones. Por engorrosos que puedan parecer es seguro que serían de enorme utilidad para un uso seguro y responsable de las vías públicas del que todos nos beneficiaríamos.
La compra, el uso y el mantenimiento de un vehículo, generan el pago de una enorme cantidad de impuestos de cuya buena gestión se podrían hacer grandes cosas a este respecto.
Lo que sí creo que es un grave problema de difícil solución es el sector (cada vez más amplio) de la conducción malintencionada y ofuscada; la utilización de los vehículos como instrumento de amenaza y el uso de las carreteras como un patio privado.
Y esto tiene difícil solución porque es un problema de educación social, no vial. La conducción malintencionada siempre es la extensión de una conducta social pedante y prepotente.
No encarar un problema tan importante traerá a corto o medio plazo, consecuencias muy graves para nuestra seguridad.
Si buena parte de los problemas se arreglan con una formación adecuada y con la dedicación de las instituciones creadas para este tema, el resto se arreglarían, más que con formación vial, con educación social.
Tampoco parece tan difícil.