En un mundo dominado por las las chaquetitas, las corbatitas y algún tipo de plasta grasienta en el pelo, donde todos van limpitos y se espantan con cualquier cosa que no venga de una lustrosa ciudad, queda un reducido pero potente grupo de hombres y mujeres con las motos llenas de mierda y la ropa llena de polvo y barro, y con una gran sonrisa en la cara.
Son la resistencia.
Mientras alguien pierde una hora en sacar el mosquito que se le pegó a la luna del coche, ellos están intentando sacar la moto de un cenagal.
Luchan pasiva e inconscientemente contra un mundo creado a la perfecta medida de los más estirados. Los que vieron la luz al salir a la venta los palos de los selfies …y no para hacerse selfies.
Esos que te miran por encima del hombro y no pueden evitar un casi imperceptible gesto de asco cuando ten ven volviendo a casa de color marrón hasta las cejas. Alguno hasta siente compasión.
Nosotros también sentimos compasión por él.
Mientras ellos ya perdieron la esperanza de que se les ocurra algo bueno que hacer el fin de semana y cambiar de bar o de cafetería es la mayor de las aventuras, nuestra única duda es qué horizonte vamos a cruzar, sea lejano o esté al lado de casa. La aventura se lleva dentro.
Queremos sentir el mundo y respirar su aire; tocar la tierra, aunque sea literalmente de narices. No nos importa porque hemos aprovechado el tiempo que tenemos.
Queremos decirle a ese estirado que se piense bien lo que hace, porque a lo mejor cuando quiera empezar a vivir ya es demasiado tarde.
Es posible que la sociedad esté hecha para esos estirados pero la vida está hecha para los aventureros.
Y cuando se acerque el momento de irse definitivamente y todos hagamos balance, somos nosotros los que tendremos la satisfacción de haber aprovechado nuestro momento de la mejor manera que nos fue posible.
Como dijo alguien que os recomendé hace poco, «a nadie le han prometido el mañana».
Grandes palabras…..
He dicho grandes…?? ¡¡ENORMES!!
Grandes palabras…..
He dicho grandes…?? ¡¡ENORMES!!
Desde la resistencia, no puedo más que asentir tus palabras.
Cada uno disfruta de la vida como quiere.
Aún se me escapa la sonrisa cuando,se les ve mirando de reojo y susurrando, a través de sus impolutas ventanillas, la de mierda que lleva mi moto y mi traje….y pienso, dios, y porqué no lo has olido….llevo dos días peleándome con el maldito barro de tierras vascas, pero he visto y sentido cosas que tu nunca podrás.
Suerte, que aún quedamos unos cuantos en la resistencia ;)