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La Cara Oculta de las Tiendas Online

Es un tema espinoso el que hoy nos ocupa, pero de enorme importancia, por eso me extenderé un poco más de lo habitual.

No está en nuestra política criticar a otras empresas de la competencia pero no es de recibo otorgarse a sí mismo una ventaja desleal, aprovechándose de la honestidad de otros.

Hay muchas tiendas online que son para mi referentes y dignas de admiración, que se ganaron a sus clientes y su puesto privilegiado en las primeras páginas de los buscadores a base de buen trabajo, dedicación y un buen servicio al cliente.

Sin embargo, sí me parece de recibo dar a conocer como funcionan las cosas en la cara oculta de este mundo.

La Cara Oculta de las Tiendas Online

La inmensa mayoría de nosotros, los vendedores, pagamos impuestos; muchos impuestos y cumplimos todos los requisitos legales y fiscales para ofrecer los productos que ofrecemos.

Las marcas nos dan un precio de compra (el precio al que compramos los productos que te ofrecemos), que es fijo, o puede tener un descuento por volumen de compra (generalmente se benefician de esto las grandes tiendas y los mayoristas), que es perfectamente comprensible.

Y por otro lado (y esta es la parte que nos ocupa hoy) un precio fijo de venta, algunas, o un margen de precios, otras, que debes respetar si quieres trabajar con ellas.

Respetar esos precios de venta marcados, tiene unas consecuencias enormes y que repercuten en muchos aspectos del comercio justo, de la calidad del producto y de los puestos de trabajo que intervienen en todo el proceso.

Las dos principales consecuencias son, por un lado, la competencia justa y leal entre todos los comercios.

Respetar los precios marcados hace que una pequeña tienda, como la nuestra, pueda sobrevivir frente a un gigante a base de un buen servicio al cliente en todos su aspectos.

Por otro lado, respetarlos hace que el producto no pierda calidad y se puedan mantener los puestos de trabajo.

Me explico, aunque esto sea un problema común entre las tiendas online y las físicas, que en realidad ya todos conocemos:

Tras comprar el producto, venderlo y trimestralmente pagar sus impuestos correspondientes, el margen de beneficio que le queda al vendedor es decepcionantemente reducido.

Por poner un ejemplo simple que nos meta en la cuestión: yo compro unas botas a la marca fabricante que me las vende a 50€, la marca me dice que las tengo que vender a 100, y luego tengo que pagar entre un 21 y un 26% de impuestos, según a quien se las compre y el tipo de negocio que tenga. En mi caso, me quedan alrededor de 30€ de esos 100, para pagar todos los demás gastos de mantener una tienda, que no son pocos.

Esos 100 euros que me marcan para la venta no es un precio arbitrario y caprichoso, está milimetricamente calculado para que la empresa fabricante pueda mantener la producción y los puestos de trabajo.

Pongamos por ejemplo que una tienda gigantesca, que vende centenares o incluso miles de productos al día, tira los precios.

Aunque su margen de beneficio sea más pequeño todavía, vende tanto que las ganancias siguen siendo enormes y además, ese ajuste repercutirá exclusivamente en los empleados más numerosos, que son los que menos cobran.

Esto hará que la competencia, especialmente las tiendas pequeñas, no puedan competir con ellos y tengan que cerrar.

Las consecuencias de esto no son sólo para nosotros, las tiendas pequeñas.

La tienda grande se quedará con el mercado, o en ciertos casos habrá dos o tres tiendas grandes que se quedarán con él, y les dará una posición de poder para negociar o imponer al fabricante, los precios que les convengan y que lógicamente serán a la baja.

La marca fabricante, como consecuencia, se verá obligada a trabajar con materiales más baratos, o a despedir empleados, o ambas cosas para poder sobrevivir, al haber perdido la capacidad de marcar sus propios precios.

Además, a partir de ahí, la falta de competencia con esas tiendas grandes hará, también, que estas puedan elevar los precios todo lo que les dé la gana y lo que en un principio costaba 100€, luego pasó a costar 70, y ahora cuesta 150, a pesar de que el fabricante, antes vendía el producto a 50€ y ahora lo tiene que vender por 25.

¿Te suena?. Son esas cosas que salen en el minuto 25 del telediario, en la página 50 del periódico, o después de hacer un largo scroll en la página del periódico digital, contada de una manera… para que le echemos la culpa de todos los males al político de turno, o a un exceso de intermediarios, por estar perdiendo poder adquisitivo y unas condiciones de vida que se deterioran en el cómputo general.

En esas noticias leemos que los fabricantes y productores se quejan unanimemente de que sus precios de venta han bajado un 50% (que repercute en una bajada de salarios de sus empleados, o en su despido) sin embargo, al cliente final, nada le ha bajado un 50%; al contrario, le ha subido.

A esto se le suma el alabado desembarco de descomunales empresas asiáticas con inversiones multimillonarias que se anuncian a bombo y platillo como si fuera una simpática y cosmopolita consecuencia de la globalización pero que en realidad, lo que esconde es una expansión e institucionalización de estas malas prácticas de las que finalmente, sólo unos pocos se verán beneficiados.

Empleados que trabajan doce horas al día, seis o incluso siete días a la semana, por sueldos del siglo diecinueve, para que podamos comprarnos veinte cosas de las cuales, en realidad sólo necesitamos cinco.

Espero que no interpretes eso como que soy partidario de medidas proteccionistas; creo que hay sitio para todos, pero quizá el patriotismo del que tanto hablamos en estos días se deba enfocar hacia los hechos, no hacia los símbolos.

Yo también soy cliente y lo he sido durante muchos más años de los que he sido vendedor y lógicamente he buscado siempre el precio más barato.

Pero hace no tantos años, las diferencias de precios no eran tan grandes; te quedabas con el que mejor servicio te daba aunque te costara un par de euros más.

Las consecuencias de comprar lo más barato no son culpa del cliente, lógicamente, si no de la falta de honestidad de unos pocos vendedores, y que también implica a los que en su momento dispararon los precios, no por un aumento de la demanda, si no por una posición de poder ante la falta de competencia.

Es el juego sucio.

Hoy en día, es excepcionalmente raro en las tiendas online que alguien tenga precios mucho mas altos por gusto. Prácticamente no hay tiendas caras en realidad.

Lo que hay es un importante número de tiendas que tiran los precios por falta de honestidad, de responsabilidad y por un exceso desmesurado de cortoplacismo.

No seré yo quien le pida a un cliente que compre en la tienda cara pero sí me gustaría que sepa que si en una tienda unas botas cuestan 200€ y en otra 150, salvo en rarísimas ocasiones, no es porque una sea cara, si no porque la otra no juega limpio, aunque tengamos una percepción distinta por las malas prácticas del pasado.

En un precio hipotético de 100 ó 200€ para un producto, la competencia justa es que haya 5, 10 o como mucho 15€ de diferencia entre una tienda u otra, no de 40 ó 50.

Además, el juego limpio es la clave para que tiendas online y tiendas físicas puedan convivir sin problemas y con una competencia justa.

La última parte de esto, y más decepcionante aún, es que esto es especialmente común con las marcas españolas, como nuestras Bestard, Boreal, Nieto o PSG Knives, ya sea por la debilidad provocada por una crisis que en la realidad aún no se ha superado, o por la falta de control de los precios, por un motivo que desconozco.

El caso es que hay marcas que ya de entrada, te dicen educadamente que si no respetas sus precios, no te venderán sus productos, cosa que aquí siempre hemos respetado a rajatabla aunque no nos los digan, porque nos parece lo justo.

Pero esto no cambiará hasta alguien con mucho más poder de difusión y de influencia lo diga alto y claro.

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