La fijación en un objetivo es una de las circunstancias más importantes a tener en cuenta al conducir una moto (y casi cualquier vehículo); para bien y para mal.
No sé cómo estarán las cosas hoy en las autoescuelas pero cuando yo saqué el carné de moto, allá por el año 94, esta es una de las cosas que nadie me contó y hubo que aprenderla por las malas, cuando en realidad debería ser casi la primera lección que me tendrían que haber enseñado en aquél momento.
La fijación en un objetivo consiste básicamente en que cuando conduces, a donde mires es hacia donde irás.
Dicen que esto lo descubrieron los del bando aliado en la Segunda Guerra Mundial, en un estudio sobre sus aviadores.
Es una de esas cosas que cuando la escuchas por primera vez se te pone cara de póquer pero es una verdad como un templo.
Recuerdo cuando hacía mis primeros pinitos con las motos en una Puch Cóndor III, que pensaba que no era capaz de controlarla correctamente cuando ya debería tener un mínimo de experiencia para poder hacerlo, porque cuando me encontraba con un bache, la mayor parte de las veces acababa pasándolo por el medio y medio.
El conducir habitualmente solo, sin un motero más experimentado que me aconsejara, me hizo tardar aún un tiempo en darme cuenta de que me iba hacia el bache porque miraba hacia él.
La parte buena es que una vez que lo sabes, lo utilizas a tu favor y lo que era un problema, pasa a convertirse en la solución que te acaba sacando de muchos apuros.
De la misma manera que vamos hacia el bache si miramos hacia él, si miras hacia la zona de escape segura en una situación complicada, la moto irá hacia allí.
Lo mismo para hacer la trazada de una curva.
La fijación en un objetivo es una de las muchas cosas que practicaremos en la escuela de trail porque fuera de carretera, este aspecto se convierte en tu mejor aliado para superar obstáculos.