Todos los que hicimos viajes en moto, siempre tenemos uno que recordamos especialmente.
No importa el sitio al que se haya ido, ni siquiera tiene que ser necesariamente lejos ni de mucho tiempo.
Siempre hay uno en el que se juntan todas las circunstancias necesarias para que el viaje sea soberbio y se nos quede grabado para toda la vida.
Yo personalmente me quedo con uno de los cortos.
Fue la primera vez que fui a las Bárdenas, en Septiembre del 2008. Un viaje de sólo tres días en solitario.
No fue el mejor destino al que fui, por mucho que me haya gustado pero el viaje siempre lo recordaré.
Tanto la ida como la vuelta me lo tomé bastante relajado; en mi línea. La ida fue bastante normal, parando aquí y allá. Hice noche en el camping municipal de Burgos.
El segundo día, ya de camino a las Bárdenas, paro a fumar un pitillo en una pequeña carretera bastante solitaria y un coche radar para a escasos metros de mi.
Se bajan y caminan hacia mi. Me tiemblan las canillas.
Muy amistosamente, uno de ellos me pregunta por la moto y nos metemos en una entretenida conversación. Larga pero amena. De esas personas con las que conectas casi al instante.
Buena gente. Que le vaya bien esté donde esté; espero que no haya cambiado.
Al fin, casi a media mañana entro por primera vez en las Bárdenas. Las Blancas. Por el lado de Arguedas.
Desde aquella siempre volví a entrar por el mismo sitio.
Es la primera vez que piso un paisaje desértico. A los que os fascine tanto como a mi ver paisajes muy diferentes a los que estáis acostumbrados, entenderéis mi asombro. Sublime.
He ido tres veces más a las Bárdenas desde aquél día. El acceso está cada vez más restringido y controlado. Me parece que mucho más de lo necesario. Hasta he acabado casi por perder el interés desde la última vez.
Pero aquél día era perfecto. No vi casi ni un alma en las tres o cuatro horas que estuve.
Lo recorrí, lo vi y lo fotografié como si lo hubieran puesto sólo para mi.
De vuelta elegí una ruta diferente a la de ida. Me gusta hacerlo siempre que puedo.
Aún hoy me gustaría saber cuál fue aquélla espectacular carretera que elegí al azar. Creo que no me equivoco al decir que a esa zona le llaman el Bajo Campoo.
Recuerdo haber visto uno o dos castillos en la ladera de unas montañas, muy cerca de la carretera que me llevó a hacer noche en el camping de Aguilar de Campoo.
El camping también estaba prácticamente vacío. Estamos ya a finales de Septiembre.
A la mañana siguiente me voy a desayunar a la cafetería del camping. Al estar yo sólo, el dueño (creo) y el empleado del camping se unen a mi.
Uno hizo la mili en Ferrol y el otro es un aguerrido aficionado a la caza. Me doblan la edad.
Escucharlos era como un diálogo entre mi yo moderado y mi yo salvaje. Los dos extremos que por diferentes que sean, saben convivir porque quieren hacerlo.
La conversación se acabó alargando durante horas y se me empezaba a hacer tarde pero habría sido un error no haberme quedado a escuchar las voces de dos hombres curtidos por tanta vida. De los que supieron utilizar su experiencia para convertirse en mejores personas.
A mi pesar, todos tenemos cosas que hacer y tiro hacia el sur por la espectacular N-611. Otra de esas carreteras que no quieres que se acabe nunca, sobretodo cuando es la primera vez que la ves.
Tengo que enlazar con la N-120 que me lleve de vuelta a Galicia. La previsión es de lluvia en prácticamente toda la mitad norte de España.
Cuando por fin giro hacia el Oeste, a mi derecha tengo enormes nubes negras y amenazadoras. A mi izquierda también. De frente, hay un estrecho claro entre las nubes que se alarga en la misma dirección que mi carretera.
Parece tan de coña que es hasta emocionante.
Me gusta mucho , parece vintage
Como mola , parece vintage , la quiero para mis viajes marroquines , jajaja