Guerra Interior
Hacia última hora de la tarde empiezo a notar el suelo y el matorral típico que indica que estamos ya muy cerca del río Virgen. Este es un buen sitio para pasar la noche y encarar el cruce del río por la mañana, con todo el día por delante para poder afrontar cualquier dificultad o imprevisto. He aprendido la lección del río Kanab.
En la mañana del 27 de Abril de 1952, el cielo está completamente cubierto por espesas nubes que hacen que parezca de noche. Tanta oscuridad me hace temer una profunda borrasca que podría dejar mucha lluvia y que podría venir del norte, con lo que el río podría estar bajando con mucho caudal.
El café de la mañana me hace despertar y darme cuenta de que mi temor es infundado. He tenido un despiste digno de principiante. Al cruzar ayer al estado de Nevada he entrado en un huso horario diferente y no son las 6:40, como creía, sino las 5:40, y el sol aún está a punto de salir. De ahí tanta oscuridad.
Aunque está nublado, no hay motivo para tan malos augurios.
Quizá sea el cansancio pero debería haberlo recordado ya que en Flagstaff leí un artículo del periódico precisamente sobre un debate creciente que hay entre la población del estado acerca de eliminar el cambio de hora en verano.
Al llegar hasta el río y ver las condiciones, me siento con confianza aunque me lo tomaré con mucha precaución y lo estudiaré bien.
El caudal es algo mayor que el del Kanab pero veo puntos más estrechos y varias zonas con buenas posibilidades; aunque hay partes muy arenosas e impracticables, se intercalan otras de suelo notablemente más estable y con poca arena.
El instinto me lleva a uno muy cercano. Vamos a entrar con precaución, tanteando el fondo. Margaret va bien, con seguridad. Antes de que me de cuenta ya hemos pasado la mitad. La corriente es algo fuerte pero el suelo es muy estable por aquí.
Sin mayor problema, dejamos atrás el río. Al llegar a la otra orilla se pisa un suelo bastante inestable y fangoso pero sólo necesitaremos un poco de paciencia para atravesarlo, ya sin corriente que nos desestabilice.
Para cruzar el río Moapa, cuya confluencia con el Virgen está muy cerca de aquí, ni siquiera se me ocurriría intentarlo a pie. Aunque en los mapas aparece con ese nombre, Al me advirtió de que los locales lo llaman río Muddy, cosa que lo explica todo. La cercanía con el pueblo de Overton ya me había inclinado a cruzarlo por un puente cuando planifiqué el viaje. Además, atravesarlo por ahí me llevará directamente hasta uno de los puntos más interesantes del viaje: el Valle de Fuego.
La jornada va como la seda. Aún no es media mañana y ya estoy en Overton. Cae una llovizna muy ligera que refresca el ambiente y las nubes evitan unas temperaturas ciertamente altas.
Todo el Valle del Moapa, que engloba los pueblos de Logandale y Overton, y otros núcleos más pequeños, son comunidades de fuertes creencias mormonas.
Muchas veces he escuchado críticas muy duras sobre los mormones. En Wyoming sólo tienen unas pocas y pequeñas comunidades y no se sabe mucho sobre ellos.
Yo me considero una persona religiosa. He ido muchas veces a la iglesia con mis padres sin embargo, aunque muy pocas veces he hablado sobre esto, nunca he encontrado a Dios en la iglesia y siempre lo he encontrado en la naturaleza.
He aprendido las enseñanzas evangélicas pero mis padres no le han dado una especial importancia a mi educación religiosa. Nunca me ha quedado claro lo que piensan realmente sobre ello. Es un tema que no está bien visto cuestionar.
Sin embargo, en la comunidad he visto algunas veces odio hacia los mormones a pesar de hablar siempre de oídas. Desgraciadamente he conocido las peores consecuencias de hacer eso.
Creo que igual que a cualquier otra religión o comunidad diferente, si tratas a los mormones como mormones, serán mormones, pero si los tratas como personas, serán personas. Es un camino que va en ambas direcciones, que está en la mano de cada uno hacerlo peligroso, o seguro.
Si cruzas un desfiladero a toda prisa y sin interés en él, sólo te centrarás en los peligros del camino, sin ver el paisaje en el que se encuentra, y además corriendo el riesgo de tener un accidente. Si lo cruzas pausadamente, podrás abrir los ojos y disfrutar y enriquecerte del entorno en el que se encuentra, y sin riesgo de hacerte daño.
A pesar del objetivo que teníamos los Aliados en Europa, había muchos soldados entre nosotros con fuertes convicciones antisemitas y eso provocó más de una pelea con soldados judíos.
Los enfrentamientos siempre comenzaban por prejuicios, por personas que se acercaban a los judíos por ser judíos, aún no conociéndolos como personas.
Por contra, más allá del objetivo de la guerra, todos los soldados, judíos o no, no eran más que chicos que querían volver a casa con sus padres sanos y salvos, conseguir un trabajo, formar una familia y cuidar de sus hijos, igual que hicieron sus padres con ellos.
Dicen que vivimos en la tierra de la libertad. A mi modo de ver, si eso es así (y así me gustaría que fuera), no es de mi incumbencia la vida de los demás y creo que nadie se debería de meter en lo que cada uno haga con su vida, guste o no, siempre que no cometa ningún delito.
Siempre asociamos la libertad a en cuanto se mete el gobierno en nuestras vidas pero, ¿qué pasa con la sociedad?. ¿Acaso consideramos nuestros actos y juicios al margen del respeto hacia la libertad de los demás?.
He entrado en Overton y al poco, un chico apoyado en la cerca de un gran huerto me ha dado los buenos días y me ha preguntado si necesitaba algo para el viaje.
Quizá por inconscientes prejuicios o simple ignorancia, no he podido evitar pensar que seguramente era mormón. El chico fue amable. El caso es: si hubiera sido antipático conmigo, ¿lo seguiría viendo simplemente como un chico antipático, o lo convertiría automáticamente en un mormón antipático?, por esa extraña y primitiva costumbre que tenemos de adscribir los defectos o virtudes de una persona a algún hecho diferencial o característico de esa persona, o de la comunidad a la que pertenece.
Prefiero pensar que la razón sobrepasaría a los prejuicios pero la realidad es que no lo sé. Replantearme y cuestionar continuamente mis propias convicciones y razonamientos me hace no estar nunca seguro de nada sobre mi mismo y hacen que mi mente sea un campo de batalla constante. Es algo que no puedo evitar.
Prima
Desde ayer por la mañana he estado pensando en buscar una fonda en el valle de Moapa para descansar un día.
Aunque no me he dado prisa en ningún momento, está siendo un viaje muy intenso, tanto para el cuerpo como para la mente, y aún queda mucho por delante. Margaret también lo agradecerá.
Por otro lado, el clima en estos dos últimos días ha estado realmente horrible. El cielo sigue completamente cubierto por espesas y oscuras nubes y continuamente caen lloviznas que aunque son ligeras, descargan unas cinco o seis veces al día.
Los pueblos del valle son muy pequeños pero encuentro una humilde fonda que me servirá de maravilla. Un techo y una cama es todo lo que necesito. Además tienen una pequeña cuadra para caballos.
El 28 de Abril amanece igual o peor. El día está tan oscuro que casi parece de noche y llueve a cada rato, sin embargo en la radio dicen que mañana hacia el mediodía el tiempo empezará a mejorar.
El día 29, martes, aunque amanece aún con algo de lluvia, un poco antes del mediodía, efectivamente el sol comienza a hacer tímidas apariciones, un poco más largas cada vez, y las precipitaciones cada vez más esporádicas y cortas. Comeré pronto y saldré hacia el Valle de Fuego, al que desde aquí se llega en poco más de una hora.
Y así lo hago. A primera hora de la tarde ya estamos en el Valle del Fuego, una vez más, de tantas ya, sorprendido por la espectacularidad del paisaje.
Como si de una gran obra clásica se tratase, el paisaje comienza con un gris por momentos tedioso, luego cambia a un interesante amarillo y termina en una explosión de espectacular e hipnótico rojo.
Los rayos de sol, cada vez más habituales, se encargan de realzarlo en un trabajo conjunto, como si las rocas de arenisca necesitasen de esta luz para ser quienes son.
En un punto del camino, donde se ve a algún que otro turista, encuentro a un hombre también a caballo, admirando el paisaje.
—Buenos días señor —le digo—, cuanta belleza, ¿verdad?.
—Buenos días amigo; es cierto, esto es un regalo para el ser humano.
—¿Es usted de por aquí?.
—No pero vengo cada vez más a menudo a Las Vegas. Quizá en un tiempo…
—El caso es que me resulta usted familiar.
—¿Le gusta la música?.
—Sí, ¿como no?. Me encanta.
—Quizá me conozca por eso. Mi nombre es Louis Prima. ¿Le suena?.
—¡Por el amor de Dios!, señor Prima, soy admirador de su música. ¡Claro que le conozco!. Quizá al no verle de traje… Es una grata sorpresa encontrarle y sobretodo por aquí.
—Mis pasiones son la música y los caballos. Siempre que me es posible, me escapo …pero no me malinterprete, por favor, no me escapo de los fans; soy consciente de que se lo debo todo a ellos. Me escapo de managers, promotores y toda esa gentuza que quieren que trabajes para quedarse ellos con el dinero, mientras lo único que hacen es invitar a alguien a una cena de cincuenta dólares el plato y poner su firma en un papel.
—Imagino que a pesar de la felicidad que irradia cuando actúa, debe de ser una profesión difícil.
—Es fácil por lo mucho que me gusta; me apasiona, pero si, todo lo que la rodea, a veces, te hace querer escapar. Además, montar a caballo me hace revivir y recuperar el humor, y me inspira para componer. Señor…
—Oh, perdóneme, no me he presentado —y nos estrechamos la mano—. Mi nombre es Ricardo Kaplan. Estoy viajando alrededor del cañón. Soy de Wyoming. He salido de Flagstaff el pasado día 18 y está siendo un viaje apasionante.
—¡Vaya!, ¡Wyoming!. Para un amante de los caballos eso debe de ser el paraíso. Le envidio.
—No nos podemos quejar, es cierto. He vivido unos años en Los Ángeles y está bien pero Wyoming es mi hogar. Allí siempre he encontrado la felicidad. Es una tierra dura; no es para cualquiera, pero me hace sentir vivo y agradecido.
—Ahora soy yo su fan. Ya me gustaría tener ese sentimiento. Me gusta Las Vegas y probablemente en un tiempo acabe viviendo aquí, pero me gusta porque les gusta mi música y aquí, hay música por todas partes. También hay lujo y a mi me gusta el lujo, pero no es un lugar del que sentirse orgulloso.
—Verá usted —continuó—, Las Vegas es como una gigantesca sartén llena de maíz explotando continuamente. Si te gustan las palomitas de maíz la disfrutarás pero necesitas apagar ese fuego de vez en cuando, o te volverás loco con tanto estrépito. Por eso me ha encontrado aquí.
—Le comprendo. Me pasaba lo mismo en Los Ángeles. Para alguien que apenas conocía nada más que las montañas, como era mi caso, aquéllo era interesante y atractivo pero también era una locura y necesitaba salir de allí regularmente. Sin embargo de Wyoming no siento la necesidad de salir, sino todo lo contrario. Y además es donde está mi familia.
Y continué —Pienso que las ciudades como Los Ángeles (Las Vegas no la conozco), son como un bonito envoltorio que esconde un regalo que no te gusta; te llaman la atención y quieres mirar pero cuando rascas un poco te decepcionas con lo que hay dentro. En Wyoming lo que ves es lo que hay; te puede gustar o no pero no te engaña. Pero también creo que depende de qué ojos lo miren. No todas las personas están hechas para los mismos sitios, y hay que aceptarlo.
—No deje usted nunca de disfrutar así de lo que tiene, amigo mío —dijo el señor Prima—. Es usted un privilegiado con cosas que el dinero no puede comprar.
Continuará
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