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Viaje al Gran Cañón. Capítulo 3

(Tiempo aproximado de lectura: 11 minutos)

North Rim

Unos pocos minutos después de dejar atrás las cabañas de Phantom Ranch, siguiendo el cañón Bright Angel, me encuentro con las llamadas cataratas Ribbon, que a pesar del estruendo del agua al caer, me parece un lugar apacible y además de gran belleza.

A mi me viene bien sentarme unos minutos en soledad después del acontecimiento de las cabañas y dejaré que Margaret se sacie de agua fresca. Al día siguiente ya entramos en zonas cada vez más desérticas y si no nieva, tendremos que empezar a racionar el agua. Es un buen sitio para llenar las cantimploras y el odre.

A partir de las cataratas, el camino comienza a estrecharse poco a poco y a ascender de forma cada vez más pronunciada hasta convertirse en un estrecho desfiladero con una peligrosa caída pero Margaret se mueve con aplomo y seguridad. A pesar del peligro, el sendero es de una notable belleza.

Viaje al Gran Cañón. Capítulo 3 - Subida a North Rim
Personajes 3D: Luis Polo / Foto de fondo: IA y Luis Polo

No tardamos mucho en alcanzar la cima, donde nos adentramos en el gran bosque que cubre la Meseta del Kaibab casi en su totalidad.

Nada más alcanzar el North Rim, en el extremo sur de la meseta, nos encontramos con algunas viviendas y la carretera Arizona 67, que termina al borde del cañon, aunque sólo la seguimos en un pequeño tramo.

El cielo sigue completamente cubierto y el frío es penetrante. Desde que salimos de Flagstaff sólo hemos visto el sol en momentos puntuales.


Cuando dejamos atrás la carretera, nos volvemos a adentrar en la espesura del bosque, de una belleza realmente espectacular, poblado de pinos, álamos y abetos.

Poco después del mediodía, en medio del camino, aparece un caballo ensillado, solo y sin atar, pastando tranquilamente pero no se ve a nadie a simple vista. Es una situación extraña y preocupante. Si alguien se hubiera accidentado me sería muy difícil encontrarlo en un bosque tan espeso.

—¡Hola!, ¡¿hay alguien?! —grito, pero hay respuesta. Lo intento un par de veces más pero sigo sin tener contestación.

Al momento, a unos 70 pies [pulsa el 1 para ver nota]1, me parece distinguir algo entre los árboles y me apresuro hacia allí.

Según me voy acercando, empiezo a distinguir varios cuerpos tendidos en el suelo de forma desordenada, a la vez que me invade una intensa sensación de pánico.

Cuando ya estoy suficientemente cerca, comienzo a distinguir la situación: varios jóvenes durmiendo mal tapados, un buen montón de botellas vacías de diferentes licores desperdigadas por todas partes, todo desordenado y tirado por el suelo de mala manera, brasas de lo que fue una hoguera mal protegida, y un Ranger roncando a pierna suelta.

El pánico se transforma en una momentánea sensación de alivio, y que rápidamente se transforma en indignación.

Ver a unos jóvenes en esta situación es digno de una buena reprimenda pero que se encuentre entre ellos un Ranger que debería de estar en servicio es indignante.

Sin duda son los excursionistas que esperaban en Phantom Ranch y el oficial que salió a buscarlos.

De malas maneras, comienzo a darle patadas en las piernas al Ranger para que despierte, cosa que me lleva un buen rato y a lo que no recibo más que gemidos enfadados, hasta que finalmente abre los ojos.

—Por el amor de Dios, ¿no le da a usted vergüenza?. ¡Levántese! —le digo en tono enérgico.

—¡Oiga!, ¿quién es usted para hablarme así?. Soy Ranger —me contesta arrastrando las palabras y, con la mano, protegiendo los ojos de la luz del día.

—Ya sé que es usted Ranger. Por suerte la placa que lleva puesta no se la ha podido beber —le digo mientras alguno de los chicos comienza a moverse, reaccionando a las voces.

—Bien, pues siga su camino a dondequiera que vaya —contesta.

—¿Cree usted que le voy a dejar al cargo de estos chicos en la situación en la que está?. Hace un frío de muerte, pronto lloverá y probablemente nieve, y tienen que bajar por un peligroso desfiladero.

—Oiga, se está empezando a pasar de la raya. ¿Está buscando pasar la noche en un calabozo?.

—Piense un momento con la cabeza, maldita sea —le digo mientras me agacho a su lado—. Abajo en Phantom Ranch están preocupados y tiene que bajar por un peligroso desfiladero con un montón de chicos, todos con resaca y en unas condiciones lamentables. ¿Qué cree que le pasaría a usted si ocurre un accidente?. ¡Será el responsable!.

En ese momento intentó incorporarse rápidamente pero en su penoso estado se tambaleó. Al estar tan cerca de él, me dio tiempo a agarrarle del brazo antes de que se fuera al suelo.

Permaneció unos segundos en silencio, como entrando en sí, y parece que, dándose cuenta del panorama que tenía ante sus ojos con un montón de chicos durmiendo la mona y un montón de botellas de alcohol tiradas por todas partes, comenzó por fin ser consciente de la situación en la que se había metido y entrar en razón.

—Oh no, no, no. No me puede estar pasando esto —me dice mientras se coloca la palma de la mano en la frente.

—No parece que le hayan obligado —le contesto arqueando las cejas.

—¡Perderé el trabajo!.

—Si se encontrara usted a un Ranger en esta situación, ¿pensaría que lo merece? —le digo, aunque en un tono más pausado y conciliador, intentando que lo vea desde mi punto de vista.

—El alcohol es mi perdición —contesta de forma apesadumbrada—. Llevaba seis meses sin beber por la insistencia de mi esposa. Estos son buenos chicos que sólo querían divertirse unos días. Trabajan de peones en el petróleo, en Tejas, y es un trabajo muy duro. Me apiadé de ellos, empezamos a charlar…

—Está bien. Vamos a intentar arreglar esto —le digo mientras contemplo el panorama, pensando en una solución—. Termine de despertarlos mientras preparo un fuego y se tomarán café como para parar un tren. Le prepararé a usted un buen cordial para que esté en condiciones de guiarlos por el desfiladero sin matar a nadie. Además, por más que les cueste, almorzaremos. Es buena hora y les hará falta para afrontar este frío.


Cabizbajos y en silencio, terminamos de almorzar. Las expresiones en sus caras eran un poema. Tenías que haberlas visto.

—¿Qué hará usted con respecto a esta situación? – me preguntó el Ranger en voz baja, para que los chicos no lo escucharan.

—Confío en que la gravedad de la situación en la que está le servirá para aprender la lección —le digo, aunque reconozco que aquí fui un tanto teatral.

—No le quepa duda —dice él de forma solemne.

Conociéndome, sin duda en otra situación como esta habría puesto todo de mi parte para que el Ranger perdiera su placa por incompetente pero por algún motivo, algo me hace pensar que este hombre no es tan irresponsable como puede parecer a primera vista. No siempre es justo juzgar a una persona por un solo acto. Mi instinto me dice que este hombre se merece una segunda oportunidad, creo que porque, aunque le ha costado, ha terminado aceptando su error. Espero no equivocarme.

White Pockets y el arroyo Kanab

Sé que tengo una escala de valores demasiado estricta y que a veces puede llegar a ser excesiva, pero es que otras muchas veces otros la tienen demasiado flexible y eso no me gusta. Es lo que me provocó un fuerte enfrentamiento con el fiscal Robert H. Jackson en Nuremberg por su incomprensible indulgencia con el nazi Albert Speer, y también algún conflicto en California; un sitio donde los valores están cada vez más difuminados. A veces tenía la sensación de que se ponía mucho mas empeño en la defensa según la capacidad del bolsillo de cada uno o de sus contactos. Sin embargo no soy intransigente. Todos cometemos errores y merecemos una segunda oportunidad. Especialmente cuando somos conscientes y nos hacemos cargo de las consecuencias que han provocado nuestros actos.

No sé si ese joven Ranger volverá a beber; lo que haga en su tiempo libre no es de mi incumbencia pero estoy casi seguro de que no lo volverá a hacer mientras trabaja.


Hacia última hora de la tarde, siguiendo rumbo nornoroeste, se comienza a notar que el bosque se va haciendo cada vez menos denso.

El frío y el viento auguran que la noche va a ser dura. Me tomaré mi tiempo para buscar una zona resguardada donde preparar un buen fuego que deje unas brasas duraderas y una cena caliente y relajada. Ha sido un día muy intenso. Después comenzaré a escribir la primera carta para ma y pa antes de dormir.


Al día siguiente, falta poco para las seis de la mañana cuando ya hay suficiente luz para levantarse. El sol ya ha debido de salir pero el cielo sigue completamente cubierto y hay una espesa niebla. Está cayendo una ligera aguanieve. 

Mientras me tomo un café bien caliente, aprovecho para revisar los mapas. Estoy en la zona de Big Springs, a punto de salir del bosque de la Meseta de Kaibab.

Muy poco después de iniciar la jornada, la densidad del bosque disminuye notablemente y se va transformando en matorral, que a su vez también va desapareciendo poco a poco a lo largo de la mañana.

El suelo vuelve a convertirse exclusivamente en las areniscas y calizas típicas del condado de Coconino, el que estoy pisando desde que llegué a Flagstaff.

Poco después de media mañana, el cielo sigue completamente cubierto pero la niebla se ha disipado cuando alcanzo el cañón White Pockets.

Allí se muestra ante mí un paisaje digno de un cuento. Las formaciones rocosas parecen dibujadas sobre un lienzo por la mano de un artista excepcional y extravagante, lleno de redondeadas curvas inverosímiles, con tonos rojos, tostados y amarillos.

Viaje al Gran Cañón. Capítulo 3 - White Pockets
Personajes 3D: Luis Polo / Foto de fondo: IA y Luis Polo

Me quedaré un rato por aquí hasta la hora del almuerzo, disfrutando de este paisaje. Nunca me habría podido imaginar la belleza que guarda esta región para un viajero.


Poco después del almuerzo, a apenas media milla de este lugar, tengo que empezar a buscar un lugar por el que descender al cañón Lawson, que es por el que desciende el arroyo Kanab. El primero que mantiene mi incertidumbre sobre el futuro de este viaje.

No me lleva mucho encontrar una hondonada practicable para el caballo, por donde baja un intermitente hilo de agua de las precipitaciones que vierte hacia aquí la meseta, aunque deberemos ir con cuidado; el desnivel es bastante pronunciado por algunas partes. Aunque ya veo el cauce, desde aquí aún no puedo distinguir el estado del arroyo.

Según me acerco, el ruido comienza a ser fuerte, lo que no indica nada bueno. Sin embargo cuando por fin lo veo, me embarga una sensación de optimismo. Apenas tendrá más de 25 pies de ancho [pulsa el dos para ver nota]2 y aunque la corriente es fuerte y hay zonas impracticables, veo otras, una casi justo frente a mi, donde parece haber poco calado.

Parece el lugar idóneo y animo a Margaret, aunque no parece tenerlas todas consigo y titubea.

Apenas mete las cuatro patas en el agua, el suelo resulta ser mucho más fangoso de lo que parece y se hunde casi hasta las rodillas. Avanzar es imposible. Verse en peligro le hace pisar con mucha inseguridad mientras intentamos recular de vuelta a lo orilla, pero a pesar de estar justo al lado, la empresa es de una dificultad enorme y mientras intento mantener la calma, a Margaret le embarga el nerviosismo y por dos veces hemos estado muy cerca de caer.

Si eso pasa, en el mejor de los casos perderíamos todos los víveres y enseres necesarios para un viaje tan largo. La saca donde guardo forraje para Margaret está completamente llena de agua. Mi rifle Marlin también se está encharcando.

Finalmente, con enorme dificultad, conseguimos volver a la orilla. Estoy realmente orgulloso de Margaret. Un caballo más débil de fuerza o de carácter no lo habría conseguido.

Cojo una rama de arbusto lo más larga que encuentro y tanteo el suelo hasta encontrar un fango menos profundo.

Por un momento pienso en si lo mejor será pasar andando, tirando de las riendas de Margaret, pero necesitamos todo el peso posible para llegar hasta el lecho de roca y las patas de un caballo son perfectas para eso.

Después de mucho tantear con la rama, encuentro un sitio que podría ser bueno; por lo menos en las cercanías de la orilla lo es.

Empiezo a tener prisa y se me acaban las opciones. En el primer intento me he empapado casi hasta la cintura y el frío y la falta de sol me están empezando a inducir una hipotermia; ya conozco esa sensación.

Debemos apresurarnos.

Cabalgo de nuevo y animo a Margaret. —¡Vamos!. Podemos hacerlo amigo mío. Podemos hacerlo.

Continuará


  1. 70 pies son equivalentes a poco más de 20 metros. Pulsa la siguiente flecha para volver a donde estabas. ↩︎
  2. 25 pies son equivalentes a 7,6 metros. Pulsa la siguiente flecha para volver a donde estabas. ↩︎

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