Ruta 66
He pasado la noche en algún lugar entre Guano Point y Peach Springs. Hacia última hora de la tarde de ayer he cruzado la parte alta del cañón Meriwhitica, por lo que el cañón Milkweed estará muy cerca de aquí.
Estoy siguiendo camino en dirección sureste sobre una pequeña elevación que hay entre el Gran Cañón, a mi izquierda, y un extenso y suave valle a mi derecha. En dirección oeste suroeste me parece divisar el Monte Tipton, al otro extremo del valle.
Se habla mucho de la belleza de los atardeceres en el desierto. Son realmente espectaculares, sin embargo a mi me gustan más los amaneceres. Sin hipnóticos. Los colores en el cielo no parecen reales y además dan una sensación de optimismo hacia un nuevo día.
Estoy muy cerca de la carretera 66, sin embargo no creo que llegue hoy. Por este terreno de aquí arriba no se avanza tan rápido como lo haría por el valle y la meseta pero me gusta más. Los recorridos largos por zonas excesivamente llanas y monótonas son un peso para la mente y el ánimo. No hay buen viaje si no se disfruta del recorrido.
En algún punto entre el cañón Hindu y el Pico Laughing Jack Butte, donde el terreno se allana notablemente, paro a pasar la noche.
Antes de media mañana del martes 6 de mayo, en algún punto entre Truxton y Peach Springs, alcanzo la carretera 66.
A simple vista no es más que una carretera cualquiera; una línea de asfalto en medio de ninguna parte. Sin embargo es inevitable pensar en todas las almas que han pasado por esta carretera y por qué. Lo que algo tan pequeño ha significado para centenares de miles de personas que lo perdieron todo al otro lado de las Rocosas, no sólo por la Gran Depresión; también por el Dust Bowl {*ver nota 1 al final}. Ambas cosas se mezclaron en una década escalofriante y desastrosa.
Tanta gente que tenía una vida decente, que sacaba adelante a su familia y se forjaba una vida y de repente, de un día para otro te quedas sin nada. Sin nada que llevarte a la boca, sin un techo bajo el que dormir, sin sustento ni ayuda. Nada. Nada más que una carretera hacia una nueva vida; a empezar desde cero en la tierra prometida, en un lugar lejano y desconocido. Muchos de ellos, sobre todo ancianos y niños, no terminaron el recorrido. Tantas familias rotas…
Así es como Juan Broad llegó a nuestra casa.
En Jack Pine apenas vimos esto pero sí conocimos algún caso cercano de los que se marcharon, además de otros que nos contaron los vecinos. Recuerdo a los Bauman; gente amable y trabajadora. Como la mayoría de los casos que nos contaron, se fueron de noche; sin despedirse y sin que nadie se enterara. La frustración mezclada con la vergüenza les impedía hacerlo publico. No me cabe la menor duda de que la comunidad les habríamos ayudado a salir adelante si lo hubiéramos sabido pero su orgullo les habría impedido aceptarlo.
Es curioso como con los buenos valores somos tan laxos y les ponemos medidas, al mismo tiempo que somos tan tajantes y estrictos para cumplir los pecados capitales.
Yo apenas tenía unos catorce años cuando los Bauman se fueron. Fue algo que marcó mi juventud. Para mi, hasta ese día en que ma me contó que se habían ido y por qué, la vida era perfecta y los problemas se reducían al día en que había alcachofas para comer. Ese día aprendí que la vida puede ser dura y difícil y que nadie te puede garantizar el mañana.
Después, ya en Los Angeles, sí lo vi de sobra. Campamentos enteros por todo el estado de California.
La mayor parte de las personas que lo perdieron todo ni siquiera sabían que los desahucios existían. A nadie en su sano juicio se le habría ocurrido que en cualquier país que presuma de valores, una cosa así pueda existir. Las personas a las que los bancos les perdieron sus ahorros no fueron compensadas de la misma manera. Así fue como aprendimos que, vergonzosamente, no todos somos iguales ante la ley. Creo que quizá por eso decidí hacerme abogado; como si ingenuamente eso me fuera a dar la capacidad de hacer justicia.
Redención
A poco más de una milla después de alcanzar la carretera, a mediodía llego a Peach Springs. Es el principal pueblo de la Reserva Hualapai. A partir de aquí seguiré en línea recta, más o menos paralelo a la carretera, hasta Flagstaff. Serán unos cuatro días aproximadamente.
He de buscar una tienda de avíos porque no andamos sobrados de víveres. He sacrificado espacio para la comida para llevar abundante agua, tanto para mi como para Margaret, ya que estos días está haciendo mucho calor, especialmente en las primeras horas de la tarde, y en esta región la caza es muy escasa.
Hace muchos años que, por influencia de pa, siempre llevo en el petate algunas latas de pemmican {*ver nota 2 al final}. Es algo que te puede salvar la vida. Sin embargo, si es posible evitarlo, lo evito. No es una comida que se disfrute precisamente y así, además, las guardo para una posible necesidad.
El camino hasta Flagstaff, aunque lo disfruto, se me hace muy cansado. No tanto física como mentalmente. Esta parte ya no tiene tanto de viaje como de recorrido de vuelta y la mente se relaja.
Estoy recorriendo el extremo sur de la meseta del Coconino, la región en la que comencé este viaje, y es muy bella. Aunque todavía no veo grandes árboles, el monte bajo y el matorral que tanto han escaseado en las últimas jornadas van ganando poco a poco tamaño y abundancia. Las temperaturas también se están suavizando, especialmente las de la noche, y eso me ayuda a dormir y descansar mejor. Esta arenisca tan típica ya parece como de la familia.
En la mañana del sábado 10 de Mayo, ya entre espectaculares bosques de abetos, con una temperatura muy suave y un cielo completamente azul, llego a Flagstaff. Mi tren no saldrá hasta el lunes con lo que tendremos tiempo de descansar un poco.
En el tren de camino a Casper, aunque hay tiempo de sobra, no podemos descansar tanto como nos gustaría. Debemos hacer varios transbordos, alguno de ellos en mitad de la noche, que alteran nuestro descanso y nuestros horarios. Pero hay tiempo de sobra para pensar y hacer balance de lo vivido.
Ha sido un viaje largo, duro y excepcional que además ha acabado significando un gran paso en mi vida; un paso que necesitaba dar. A veces encuentras cosas que no sabías que necesitabas encontrar.
He conocido lugares y personas que nunca olvidaré y he hecho amistades. He visto que en los peores momentos, si miras a tu alrededor encontrarás siempre a alguien dispuesto a ayudarte.
Desde Boulder me he dado cuenta de que lo más importante en la vida es el amor que sientes por las personas que te rodean, aunque ya no estén; por tu familia, por quienes jamás te abandonarán. Perder a las personas a las que quieres es lo más duro pero honrar su memoria con felicidad es lo mejor que puedes hacer por ti y por su recuerdo. A Teresa no le gustaría saber que la he convertido en mi pesar.
Hoy, ahora, no comprendo malgastar mi vida en un lamento permanente de la misma forma que no comprendo que se pueda perder tiempo de esta vida en conflictos innecesarios. Pase lo que pase, la vida será todo lo bella que yo quiera; está en mi mano que así sea. No depende de lo que te pasa si no de a qué le das importancia; de mirar hacia adelante en cuanto cicatrizan las heridas. La vida siempre sigue; el tiempo nunca se para y no espera por ti. Y los tuyos están ahí, a tu lado, aunque sea simplemente existiendo.
Todo lo que nos pasa, lo que vivimos, son bloques que van construyendo nuestro carácter. De nosotros depende lo sólidos que sean.
Y además, el mundo está lleno de una belleza sublime.
El jueves 15 de Mayo de 1952 mi tren llega a Casper. Veo a pa y a ma esperando en el andén aunque ellos aún no me ven a mi. Al bajar, en un primer momento no me reconocen por la barba hasta que me ven saludarles y se dan cuenta y avanzan hacia mi con paso torpe. A ma se le cae una lágrima mientras pa y yo intentamos disimular la emoción.
La emoción es el mejor sentimiento que existe. No cambiaría este momento por nada del mundo.
Fin
*Nota 1: Dust Bowl fue como se llamó a una serie de enormes tormentas de arena que se produjeron en las grandes planicies agrícolas del centro del país durante casi toda la década de los 30, acabando con los cultivos y abocando a decenas de miles de agricultores a la quiebra y el consiguiente desahucio por los bancos.
*Nota 2: El pemmican son pequeñas y ligeras latas de carne y grasa deshidratadas que pueden tardar varios años en caducar y que aportan gran cantidad de energía. Se fabrica comercialmente desde el sigo dieciocho y, originalmente, es un invento de los indios Chipewyan, del norte de Canadá.
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